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Pasé de ser 'alguien' a ser nadie: lo que puedes aprender del ego

Actualizado: 16 ene

Después de perderlo todo, el ruido en mi cabeza era ensordecedor: "¿Y ahora qué? ¿Cómo vuelvo a ser yo si ya no tengo nada?"


No tenía todas las respuestas. Ni siquiera la mayoría. Pero tenía claro esto: quedarme paralizada no era opción.


Pasaron dos años desde que lo perdí todo hasta que pude volver a reincorporarme al mundo laboral.

Dos años enviando currículums, inscribiéndome en ofertas.

Y nada. Silencio.


O peor, entrevistas que parecían ir bien... y luego, otro no.

Siempre un "pero". Siempre "falta algo".

Lo peor es que ese "algo" nunca me lo explicaban.


( Los procesos de selección deben beneficiarse de una revisión más profunda de sus criterios y objetivos. En lugar de centrarse excesivamente en un ideal de perfección técnica y curricular difícil de encontrar, se tiene que potenciar un enfoque más integral que valore la verdadera esencia y capacidades de las personas.


Sería útil considerar la inclusión de indicadores como la resiliencia, la adaptabilidad y la inteligencia emocional, cualidades que no siempre se reflejan en un currículum o en respuestas ensayadas, pero que son determinantes para el éxito profesional.


Al transformar la selección de un filtro de descarte a una herramienta para descubrir y desarrollar el potencial humano, se abrirían nuevas oportunidades para identificar talentos excepcionales que podrían aportar un valor significativo a las organizaciones ).


Lo gracioso es que yo sabía que no faltaba nada.

Sabía que podía hacerlo.

Joder, había empezado de cero, había llegado lejos, había creado mi propia empresa... ¿y me decían que no valía para un puesto de recepción?

El mundo al revés.


Si contaba mi experiencia real, me penalizaban.

En vez de valorar la valentía de reinventarme, me juzgaban por haber fracasado.


Y si lo ocultaba, me sentía traicionándome a mí misma.

Tenía estudios, experiencia, actitud... y aún así, no.

Y otro no. Y otro.


No teníamos ni para comer.

Subsistíamos con un subsidio y trabajos temporales de mi marido.


Un día, llegó una carta exigiéndonos devolver el subsidio.

¿El motivo? Porque entre los 700€ de su sueldo de uno de los trabajos temporales de mi marido y mi subsidio, habíamos superado el límite permitido por 50€. Y según ellos, con eso teníamos "más que suficiente" para vivir.

¿Suficiente? ¡Qué me estáis contando!


Pasada la ira, entendí algo: solo dependía de mí.

No podía quedarme en el suelo.

No iba a rendirme.

Ni de coña iba a aceptar que no valíamos.

Ni de coña iba a quedarme llorando en casa preguntándome "¿por qué a mí?".


Con la ayuda de un pequeño ahorro de mi madre, de amigos y familia que a veces nos compraban comida y nos daban lo que podían, seguimos adelante.


Intenté opositar, me apuntaba a todos los cursos gratuitos que encontraba: inteligencia emocional, desarrollo personal, superación, incluso talleres para volver al mercado laboral.


Absorbía todo lo que podía, sin descanso.


Me levantaba a las cinco de la mañana y desde ese momento hasta casi las diez de la noche, mi vida era estudiar y enviar currículums.


Día tras día. Durante dos años.


Mientras, mi marido aceptaba cualquier trabajo, por precario que fuera.


Lo que hiciera falta. Lo que fuera necesario.

Lo único que teníamos claro era que no íbamos a aceptar que no podíamos. No rendirse. No parar.


Lloraba, sí. Y mucho.

Dolía. Dolía mucho más de lo que podía explicar.

Te rompías por dentro, sin darte cuenta de que, en realidad, estabas creciendo de verdad.

Pero había que seguir.


Mi marido no se quejaba.

Estoy segura de que lloraba igual o más que yo, pero lo hacía en silencio.

Él creía en mí, y yo creía en él.

Y eso era suficiente para no rendirse.




Dos años después, mi marido consiguió entrar como conductor en la EMT.

A mí me llamaron de una de las consultoras de RRHH más importantes de España.

El esfuerzo, la constancia y la fe al fin, empezaban a dar sus frutos.


Me hizo la entrevista el responsable del departamento.

Alguien que supo ver más allá de un papel.

Alguien que supo mirar más allá de lo que sus ojos veían.

Alguien que vio mi historia, y yo tenía una muy importante que contar,

aunque por aquel entonces ni lo supiera.


Y me dio la oportunidad.

y siempre le estaré agradecida por confiar en mí.

Un salario bajo, sí.

Un puesto modesto, también.

Pero una oportunidad.


Porque no dejé de buscar.

Porque siempre, siempre, hay alguien que te dará la oportunidad si sigues pelando la cebolla, atravesando cada capa de “no”, hasta encontrar el “sí”.


Y, sobre todo, porque no dejé de creer en mí.

Y tú tampoco tienes que hacerlo.


Y ahí aprendí varias cosas que nadie te cuenta sobre empezar de cero:


  • El miedo no se va. No es como lo pintan. No desaparece cuando decides actuar. Lo importante es moverte a pesar de él.

  • No necesitas tener todo claro. Esperar a entenderlo todo es la excusa perfecta para no moverte. La claridad llega mientras avanzas, no antes.

  • Las pequeñas victorias importan más de lo que crees. Un "gracias", una primera reunión, un pequeño gesto... reconstruyen más de lo que parece.

  • El ego se pone a prueba. Pasé de ser "alguien" a ser nadie. Y dolió. Pero cuando tu valor ya no depende del qué dirán, eres imparable.

  • Identificar tus talentos reales es difícil. Crees saber en qué eres buena... hasta que la vida te pone a prueba. Descubrí que mi mayor talento era acompañar desde la vulnerabilidad, no desde la superioridad.

  • El sistema no funciona. Te juzgan por lo que has perdido, no por lo que eres capaz de hacer. Cambiar eso empieza por no aceptar esas reglas y demostrar tu valor a tu manera.


Como diría Bruce Lee:


  • "Sé como el agua": la adaptabilidad es clave. Cuando la vida te golpea y te pone a prueba, fluye y adáptate. No resistas, encuentra nuevas formas de avanzar.

  • "No reces por una vida fácil, reza por la fuerza para soportar una difícil": las dificultades no son obstáculos, sino oportunidades para fortalecer el carácter y la determinación.

  • "El fracaso no es derrota, sino una lección": cada "no" recibido no define tu valía, sino que te prepara para la próxima oportunidad. Aprende, ajusta y sigue adelante.

  • "El miedo es solo una ilusión": el miedo no desaparece, pero tampoco tiene poder real si decides moverte a pesar de él. La acción disuelve la duda.

  • "Conócete a ti mismo": descubrir tus talentos y tu verdadero valor ocurre cuando te enfrentas a la adversidad. La verdadera fuerza nace de la autocomprensión y la autenticidad.

  • "No te limites con etiquetas": no dejes que el mundo te defina por un fracaso o un rol. Eres mucho más que tu circunstancia actual.

  • "El viaje es más importante que el destino": cada paso, cada pequeña victoria, cada lección forma parte de tu transformación. No subestimes el poder del progreso diario.


Disciplina, resiliencia y autenticidad.


Lo que nadie te cuenta del ego

El ego no es ese enemigo al que debes aplastar.

Tampoco es tu peor versión.


El ego es esa voz que, a veces, grita para protegerte, aunque lo haga de la forma equivocada. Es el miedo disfrazado de soberbia. La inseguridad vestida de arrogancia.


Te hace compararte, competir y defenderte de amenazas que muchas veces ni siquiera existen.


Pero lo que nadie te cuenta es que el ego, bien entendido, no es un obstáculo: es una brújula.


Te muestra tus heridas. Tus vacíos. Los lugares donde aún duele.


Y, si tienes el valor de escucharlo, te revela lo que realmente necesitas trabajar en ti.


No se trata de callarlo.


Se trata de mirarlo de frente, comprenderlo y usarlo para crecer.

Porque el ego no es tu enemigo.


El verdadero peligro es ignorarlo.

Mueve tu ficha.


 
 
 

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