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Lo que aprendí en el tatami sobre disciplina… (aplícalo para tu éxito profesional).

Actualizado: 3 ene.



¿Sabes por qué la mayoría de la gente no llega a ningún lado?

Porque espera a “tener ganas”.


Te imaginas lo que pasaría si en un dojo –sí, donde entrenan los que practican artes marciales– alguien dijera:

“Hoy no tengo ganas de entrenar”.


El maestro le miraría como si acabara de decir que quiere una pizza hawaiana con extra piña.


En el dojo no hay excusas. Te pones el kimono y entrenas. Así de simple.


Y esa misma disciplina que se entrena en el tatami puede convertirte

en un verdadero crack en tu carrera profesional.


Motivación? No la necesitas.

Mira esperar a estar motivado

es como esperar a que te toque la lotería.


Pasa, sí, pero mientras tanto pierdes el tiempo.


En el tatami no te preguntan si dormiste bien, si te duele el alma o si Marte está en retrógrado.

Entrenas.


En tu trabajo o tus metas, igual.

No tienes ganas de enviar ese email, hacer esa llamada o ponerte a estudiar.


¿Y qué? Lo haces igual.

Porque la disciplina es eso: hacer lo que tienes que hacer, te apetezca o no.


Te vas a caer. Mucho.

En las artes marciales, te caes todo el rato.

A veces porque alguien te empuja, otras porque pierdes el equilibrio, y otras porque, seamos sinceros, no tienes ni idea de lo que estás haciendo.


Pero ahí está el truco: te levantas.

Y lo haces rápido.


En tu carrera, también vas a caer.

Fracasos, errores, rechazos. ¿Y qué?


Caerse no es el problema. El problema es quedarse tirado.


Levántate, sacúdete y vuelve a intentarlo.

Porque cada vez que te levantas, te haces más fuerte.


Repite hasta que te aburras (y entonces repite más).

¿Sabes cómo alguien llega a ser cinturón negro?


No es porque haga movimientos espectaculares el primer día.

Es porque ha repetido lo mismo mil veces hasta que lo hace sin pensar.


¿Quieres ser bueno en algo? Repite. Todos los días.

  • ¿Quieres hablar mejor en público? Practica frente al espejo hasta que te caigas bien a ti mismo.

  • ¿Quieres conseguir un ascenso? Aprende algo nuevo cada día hasta que te vuelvas indispensable (o casi).


La repetición no es aburrida. Es lo que separa a los mediocres de los que triunfan.




Encuentra a tu sensei.

Nadie aprende solo.


En el dojo tienes un maestro que te corrige, te empuja y, a veces, te hace sudar tanto que piensas en escapar por la ventana.


En la vida profesional necesitas lo mismo.


Busca a alguien que ya haya pasado por donde tú quieres ir.

Puede ser un jefe, un colega, un mentor o incluso un libro.


Aprende de los que saben más que tú y ahórrate un montón de golpes innecesarios.


Divide y vencerás.

En artes marciales nadie te pide que lances patadas voladoras el primer día.

Primero aprendes a moverte, luego a caer, y al final te vuelves un ninja.


En tus metas, haz lo mismo.

¿Quieres cambiar de trabajo?

Perfecto.

Empieza con lo más simple: cuenta tu historia.


¿Por qué? Porque tu historia es lo que te diferencia.

No eres un currículum, no eres un título.

Eres alguien con un recorrido, con aprendizajes y con valor.


Si no sabes contar eso, da igual a cuántos CV mandes.


Hazlo paso a paso:

  1. Define quién eres. ¿Qué aportas? ¿Qué te hace único?

  2. Ajusta tu mensaje. Actualiza tu currículum y tu perfil profesional para que reflejen tu historia.

  3. Sal al mundo. Aplica, conecta, habla de ti sin miedo.


Las grandes metas no se logran de un salto.

Se construyen paso a paso. 


Igual que en el dojo, primero dominas lo básico y, cuando menos lo esperas, estás lanzando patadas voladoras.


Divide tu meta en pequeños pasos y celebra cada avance.


Las grandes victorias se ganan librando pequeñas batallas.


Esfuerzo sí, pero con cabeza.

No se trata solo de trabajar duro.

Se trata de trabajar bien.


En el dojo, puedes pasarte horas pegándole al saco, pero si no corriges tu técnica, no vas a mejorar.


En tu carrera, igual.

No se trata de estar ocupado, sino de avanzar.


Pregúntate siempre:

  • ¿Esto me acerca a mi meta o solo me hace sentir que estoy “haciendo algo”?

    Si no sirve, cambia el plan.


El esfuerzo ciego no lleva a ninguna parte.


La lección final (la que nadie te cuenta).

La disciplina no es bonita. No es divertida. No te hace sentir especial. Incluso duele muchos días.

Es incómoda, repetitiva y muchas veces aburrida.


Pero es lo que hace la diferencia.


En el dojo, en el trabajo, en la venta, en la vida.


La disciplina es la capacidad de mantener el enfoque, la constancia y el compromiso hacia un objetivo o propósito, incluso cuando surgen obstáculos, distracciones o falta de motivación.


Es una habilidad que implica autocontrol, organización y la disposición de priorizar lo importante sobre lo inmediato o lo cómodo.


La disciplina no es solo cumplir reglas externas; es un acto de voluntad que nace de dentro.


Es levantarte temprano para trabajar en tus metas, decir "no" a lo que no suma y seguir adelante, incluso cuando el entusiasmo inicial se desvanece o cuando nadie cree que lo conseguirás.


En esencia, la disciplina es la herramienta que transforma el potencial en logros y las ideas en realidades. Es lo que convierte los sueños en planes y los planes en resultados.


Así que, la próxima vez que te encuentres esperando “el momento perfecto” o “la motivación divina”, hazme un favor:


ponte el kimono, métete en el tatami y empieza.


Porque al final, lo único que importa es si hoy hiciste lo que dijiste que harías.


Y eso, amigo mío, es lo que te convierte en un verdadero cinturón negro

en la vida.



 
 
 

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